sábado, 25 de septiembre de 2010

Se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Rucci.

José Ignacio Rucci (n. Alcorta, Santa Fe, 15 de marzo de 1924 – † Buenos Aires, 25 de septiembre de 1973) fue un dirigente sindical y político argentino......


Su ascenso en la militancia sindical
En 1946 comenzó a formarse en la tarea sindical. Comenzó a cobrar relevancia luego de la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955, como miembro activo de la llamada Resistencia Peronista. Tras el nacimiento de la 62 organizaciones, rama política de la CGT, Rucci comenzó a escalar posiciones rápidamente junto a Augusto Timoteo Vandor dentro del movimiento sindical.
De ese modo, habiendose desarrollado como dirigente gremial en la poderosa fábrica siderúrgica SOMISA, de San Nicolás de los Arroyos-Ramallo; en 1960 asume la Secretaría de Prensa de la UOM (Unión Obrero Metalúrgica), acompañando a Vandor, Paulino Niembro,
Avelino Fernández y Lorenzo Miguel, y en 1964 fue designado interventor en la seccional San Nicolás, donde luego fue secretario general. Mantuvo una fuerte polémica con Agustín Tosco, con solicitadas en los medios. Tosco representaba una posición más combativa y de izquierda que Rucci. Tosco consideraba que nada ni nadie podía sustituir a las asambleas, ellas eran superiores a los cuerpos directivos, y que la lucha no debía darse únicamente por las condiciones salariales. Podría calificarse a su ideología como antiimperialista, antipatronal y antiburócrata.
Su lucha contra la burocracia sindical era constante. Por esto uno de sus enemigos más famosos fue José Ignacio Rucci. Tosco declararía sobre éste: "Rucci y sus discípulos son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, indignidad y participacionismo". Tosco y Rucci tuvieron varios cruces mediáticos.

Su actuación como secretario general de la CGT
En 1970 logra el cargo de secretario general de la CGT. Desde allí fue uno de los impulsores del regreso de Juan Domingo Perón al país. En noviembre de 1972, Perón regresa a Argentina, circunstancialmente bajo una fuerte lluvia, y Rucci fue quién sostuvo el paraguas para proteger a Perón de la lluvia.

El asesinato de Rucci

A principios de septiembre la organización Montoneros comenzó a discutir la posibilidad de matar a Rucci. por casualidad la FAR había descubierto a Rucci en el momento de salir de una casa en la calle Avellaneda 2953, del barrio de Flores, en la Capital Federal.
Roberto Perdía cuenta que, después de la masacre de Ezeiza, él se reunió con Lorenzo Miguel: “Lorenzo explicó que el sindicalismo no había tenido nada que ver con la masacre: de hecho, sus militantes al igual que los nuestros, acudieron a recibir al General armados con palos, cadenas y algunos «fierros» cortos, sin otro ánimo de enfrentamiento más allá de los tumultos ocasionales que pudieran producirse debido al indeseado pero estrecho contacto al cual nos obligaba la movilización. A partir de este encuentro, entre montoneros y sindicalistas, se integró una comisión no sólo destinada a prevenir potenciales enfrentamientos sino, además, para llegar a acuerdos políticos entre ambos sectores.

“Observo hoy —escribe Perdía— que las fuerzas que empujaron hacia el desarrollo de la confrontación eran más poderosas que aquellas otras que, dentro de la confusión, buscábamos el acuerdo (...) Cada gesto conciliador del jefe metalúrgico se correspondía con reacciones altisonantes por un sector de su propio entorno. Cada intento nuestro por establecer puntos de acuerdo despertaba en muchos las sospechas de traición”.

No obstante, a partir del 20 de junio en Ezeiza existían en la organización dos maneras de analizar la realidad, que decantaron en dos sectores internos: "movimientistas" y "militaristas"
El asesinato de Rucci marcó el predominio político del sector militarista dentro de la conducción montonera, que en ese momento estaba integrada por ocho miembros. De ellos, cuatro (Firmenich, Hobert, Perdía y Yager) provenían de Montoneros. Tres (Quieto, Roqué y Osatinsky), de FAR. Y, por último, Horacio Mendizábal, de Descamisados. No existe confirmación de que “orgánicamente" la totalidad de la conducción haya autorizado la ejecución. Algunas versiones afirman que Roqué tomó la decisión por sí.

Preparativos
Roqué se instaló en un departamento de barrio de Floresta, Juan B. Justo 5781, a diez cuadras del domicilio de Rucci y mandó traer al departamento las armas necesarias para el operativo: las llevó Gustavo Laffleur, camufladas como máquinas de coser Knittax y en un auto oficial del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Roqué convocó al equipo operativo, nueve combatientes, la mayoría provenientes de las FAR.
Pero no había acuerdo general sobre la oportunidad ni la necesidad política del operativo. El gordo Fernando Saavedra había sido designado inicialmente como jefe del mismo, pero las versiones mencionan que se oponía por razones políticas y a propósito se rompió un tobillo una semana antes para no participar.

El último mensaje
El 25 de septiembre de 1973, en nombre del Movimiento Obrero Organizado, José Ignacio Rucci iba a leer un mensaje que sería trasmitido por canal 13 de televisión, y que entre otras cosas decía:
“Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz. Por primera vez en 18 largos y sacrificados años se ha expresado sin limitación alguna, con absoluta soberanía, la voluntad popular. Ninguna sombra del pasado podrá interponerse ahora para que los argentinos marchemos unidos y solidarios, hasta la construcción de la Argentina potencia. Los trabajadores han contribuido al proceso de liberación y a la modificación de las estructuras caducas y la destrucción se ha operado no sólo en los aspectos materiales de lo que fuera una nación próspera y libre, sino en la conversión en una colonia empobrecida, dependiente, opresora e injusta.
”Hubo un proceso distorsionador en el ámbito espiritual y cultural, cuyas consecuencias no han podido ser erradicadas del todo y aún las se­guimos viviendo y soportando. Significa esto que a la recuperación plena del poder adquisitivo de los salarios, a la valorización del trabajo a la creación de nuevas riquezas, es necesario agregar la pacificación de los espíritus, requisito indispensable para encarar un proceso de recons­trucción y la reconquista de los valores nacionales, cuya vigencia absoluta asegurará la elección de los mejores caminos para arribar al objetivo común.
”Sólo por ignorancia o mala fe se pueden exigir soluciones inmediatas para problemas que fueron profundizados durante tantos, años; no se puede apelar a la violencia rayana en lo criminal, en un clima de amplias libertades e igualdad de posibilidades; no se puede seguir abrigando ambiciones y privilegios, creando condiciones injustas, burlando las leyes, impidiendo o saboteando la consolidación de un proceso que ha sido aprobado por la mayoría del país.

”En este aspecto, las delincuentes comunes que se resisten a amalga­marse en una sociedad productora, son parangonables con los delincuentes políticos y económicos, empeñados en defender un estado de cosas que no puede seguir ya en vigencia.
”También en este aspecto resulta tan perniciosa para la Nación la subsistencia de pretensiones liberales injustas, como la acción dé los grupos de ultraizquierda o derecha, que en los países hermanos contribuyen entre sí para abortar las posibilidades de una política popular. Nadie podrá negar que ahora las leyes se apoyan indiscutiblemente en el consenso mayoritario y, por tanto, no existe argumento alguna que justifique su incumplimiento. Sólo el acatamiento estricto de la ley nos hará realmente libres, pero el acatamiento deberá ser parejo, como parejas habrán de ser las sanciones, a quienes pretenden seguir imponiendo sus convivencias sectoriales por encima de las necesidades auténticas de la comunidad.

”Las leyes emanadas del gobierno del pueblo, elaboradas por los representantes del pueblo, habrán de regir la convivencia argentina, asegurar los derechos de todos para frenar a cualquier acción ilícita y por lo tanto antinacional y antipopular. Sólo de esa manera se garantizará la paz y la unidad de los argentinos, y se cimentan las bases sobre las cuales las nuevas generaciones, nuestra maravillosa juventud, irá produciendo el indispensable trasvasamiento que la acercará al futuro y el logro de sus mejores destinos.


”Esa juventud comprende que la etapa de la lucha ha sido superada, y hoy el campo de batalla se centra en la reconstrucción hacia la liberación de la patria y la realización integral del pueblo. Este es el pensamiento de la clase trabajadora organizada.
”Debemos lograr el robustecimiento de la unidad latinoamericana y del Tercer Mundo, contra toda forma de imperialismos, la subordinación a las centrales continentales o internacionales, quienes sirven a la política imperialista de cualquier signo.
”La reconstrucción de la Patria es una tarea común para todos los argentinos, sin sectarismos ni exclusiones. La liberación será el destino común que habremos sabido conquistar, con patriotismo, sin egoísmos, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para una vida más justa, para un mundo mejor”.

La ejecución
A las 12.11 del 25 de septiembre de 1973, el grupo de Roqué asesina a Rucci cuando éste salía de la casa de calle Avellaneda 2953 en el barrio de Flores.
Posteriormente, cuando los Montoneros se enteraron (por los medios de difusión) que el dirigente obrero peronista tenía 23 impactos de bala, hicieron gala de un discutible humor negro y denominaron a la operación “Operativo Traviata”, porque el comercial de las galletitas Traviata decía: “las de los veintitrés agujeritos”.

Repercusiones
Juan Domingo Perón lloró por primera vez en público y dijo: “Me cortaron las patas...”
Carlos Hobert, el “Pinguli” uno de los miembros más antiguos y respetados, se enteró del asesinato de Rucci por la radio.
El Canca Gullo estaba haciendo antesala en la casa de Gaspar Campos para reunirse con Perón. Alguien, un tal Esquerra, entró a la pieza donde el Canca esperaba y gritó: “Asesinaron a Rucci”. En ese momento, el Canca pensó (y lo contó después): lo mató la CIA.
El Barba Gutiérrez –dirigente de la Juventud Trabajadora Peronista en los años setenta y dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica en el 2002- decía suponer que Rucci había sido asesinado por la CIA.

Sin embargo, la autoría de Montoneros fue reconocida años después extraoficialmente por la Conducción de la organización, e inclusive asumida por la mayoría de los sobrevivientes como un grave error político.
Según el escritor Juan Gelman, no se pensó en la clase obrera:


“Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia obrera: se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa, para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda. Atención a esto. Lo que quiero decir es que eso no formó parte de una concepción política con relación a las masas, sino de una estrategia cupular: hay concepciones políticas con relación a la masa que, por cierto, conducen al acto equivocado. Pero no es el caso de la muerte de Rucci, que no partió de ninguna concepción política de trabajo con la masa y, en verdad, sólo fue una jugada que nada tuvo que ver con la forma acertada de plantear la lucha. (...) El asunto era trabajar estrechamente con las masas ya que de ellas dependía el cambio de política y de programas”.



Reactivación de la causa


En octubre de 2008 se reactivó la investigación del asesinato de Rucci. El periodista Ceferino Reato presentó su libro Operación Traviata en la que sostiene que el hecho fue realizado por la organización Montoneros. Afirmó que entre las fuentes que confirman esa hipótesis se contó la de una persona, cuya identidad mantiene en reserva, que había tenido un alto cargo en esa organización y que, según la misma fuente, todavía se encuentran vivas dos de las personas que intervinieron en el hecho. Luego de aparecer el libro dos personas que en su momento pertenecieron a Montoneros, Alejandro Peyrou que fue también funcionario del gobernador bonaerense Oscar Bidegain y Emiliano Costa, que perteneció a la organización llamada Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que luego se fusionó con Montoneros admitieron públicamente la responsabilidad de dicha organización en el hecho, en tanto que Dante Gullo, que es diputado nacional por el partido Frente para la Victoria y que fue el máximo dirigente de la Juventud Peronista en la década del 70 y miembro de la Tendencia Revolucionaria, culpó a la CIA y a un complot contra las democracias latinoamericanas y vinculó el hecho al golpe militar contra Salvador Allende ocurrido en Chile el 11 de septiembre de 1973 o sea 14 días antes del asesinato de Rucci.

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