En estos años de vida en democracia, no han sido pocos los obstáculos y dificultades que se han superado desde aquel 1983, cuando para sorpresa de muchos, gano las elecciones el radicalismo de Raúl Alfonsin y el peronismo resulto derrotado por primera vez en las urnas.
Con semejante envión inicial, el nuevo presidente quizás entrevió la posibilidad de una declinacion definitiva del Partido Justicialista. Pero, en 1987, un peronismo renovado vencía electoralmente a su centenario partido, en los principales distritos del país, demostrando que seguía firme y en carrera. La consigna "con la democracia, se come, se educa y se cura" pronunciada como reafirmacion de la centralidad de los partidos políticos en un sistema democrático y como cuestionamiento al carácter movimientista del peronismo, finalmente no se vio respaldada por la realidad. En 1989, la hiperinflacion, los saqueos y la violencia social precipitaron el traspaso del mando al presidente electo, el justicialista Carlos Menem.
Los militares habían dejado el país desvastado, y al Estado herido de muerte. En un giro copernicano respecto de las doctrinas históricas del peronismo, Menem termino por rematar y privatizar lo que quedaba de un Estado del que alguna vez nos sentimos orgullosos, dando comienzo a un dilatado periodo de medidas económicas de neto corte neo liberal, cuyas nefastas consecuencias llegan hasta nuestros días.
Sin embargo, en 1993, como resultado del "éxito" de la política antiinflacionaria, basada en la convertibilidad y el 1 a 1, el justicialismo se dio el lujo de obtener la aprobacion del habitante porteño y ganar las elecciones.
El Pacto de Olivos abrió el camino hacia la reelección de Menem y también fue la garantía de sobrevida que Alfonsin logro para la UCR. Y una nueva oportunidad llego en 1999. Sin Carlos "Chacho" Alvarez como contrincante, Fernando de la Rua se aseguraba el primer lugar en la formula de la Alianza. Las expectativas generadas por su triunfo se desvanecieron rápidamente y su mandato tuvo el trágico final de diciembre de 2001.
Dando una vuelta de pagina, la etapa de sostenido crecimiento económico iniciada durante la presidencia de Nestor Kirchner ha permitido achicar la gigantesca brecha abierta en nuestro tejido social, y aun falta realizar un enorme esfuerzo para liberar a todos los argentinos del infierno de la marginacion y la pobreza. Por eso, ver reclamar al campo como si estuviera atravesando la bancarrota de 2001, y que vastos sectores urbanos se apresuraran a salir a las calles a manifestarle su apoyo, cuestionando incluso la investidura de la Presidente, genera interrogantes sobre el comportamiento político actual de nuestras clases medias. Ha llegado el momento de pensarnos de otra manera. De evitar las trampas que nos tienden desde un pasado al que no podemos volver. De comprender que como pueblo y como nación, tenemos antescedentes que se remontan a mas de 1400 años en suelo americano y que somos tan descendientes de sus habitantes originarios como de los que llegaron en los barcos.
Avanzar hacia el acuerdo del Bicentenario, concebido como una convocatoria amplia y plural para definir un proyecto de nación para todos y entre todos los argentinos resulta, hoy, un desafío impostergable.
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